sábado, 27 de febrero de 2016

Yo tampoco

Joder, tío, de esto que te das cuenta de que te pasas la vida, tu vida, dando consejos de mierda que nunca te aplicarías a ti mismo para que la gente se sienta mejor, haciendo como que eres buena persona, actuando como debe hacer un buen amigo, haciendo como que tu intención de verdad es que se sientan mejor, pero en realidad, no, ¿me captas?

No, tío, no me estás captando. Coño, ya me entiendes, en plan, no sé, fingiendo, en plan, tío.
Imagínate que estás sentado en el puto bar de siempre escuchando y tragando dramas, porque te hace sentir, a ti, a ti mismo, mejor, ¿sabes? Del rollo que igual en verdad te la pela increíble, pero que prefieres eso, y hacer como que eres empático y que te preocupas, que estás implicado de lleno, pero que sabes que ni de coña, porque ya tienes suficiente con lo tuyo y sólo quieres no escuchar tu cabeza. Porque prefieres empaparte de historias y problemas de otras personas que pensar en los tuyos propios y tratar de solucionarlos. Yo lo llamo Paz mental.

No tío, eso no es huir, no me jodas, es ser precavido. Creo. Quiero decir, para qué rayar a alguien con tus historias cuando ni siquiera quieres escucharte a ti mismo. ¿Cómo va a beneficiarme en algo darle voz a un pensamiento cuando ni siquiera me atrevo a escribirlo y leerlo en silencio?
Es como que ya te ahoga de por sí teniéndolo sólo en la cabeza, sabes, sin compartirlo con nadie, sin que haga falta que nadie te diga lo jodidamente imbécil que eres y te suelte las típicas respuestas comodín. No sé qué clase de capullo inventó esas respuestas comodín, las típicas que los amigos del protagonista de la película le sueltan cuando le pillan yendo en batín a la tienda de la esquina a por una botella de whisky y tabaco porque se siente un desgraciado y odia al mundo. Las suelo utilizar tanto que decididamente sé que no sirven para nada.
Sí, ya sé que soy como ese pringado.

Joder tío, no me estás entendiendo, ¿a que no?
yo tampoco.